Dos pontífices dóciles al Espíritu Santo - Domingo 8 de junio de 2014



En esta Pascua de Pentecostés, popularmente conocida como la Pascua granada, quisiera recordar sobre todo que el Espíritu Santo es la garantía de la permanente juventud de la Iglesia. El Espíritu, derramado sobre la Iglesia naciente en el día de Pentecostés, inaugura una nueva etapa en la historia de la salvación. El Espíritu Santo es la presencia renovada de Dios en medio de su pueblo, es la fuerza que guía a los discípulos de Cristo en su misión de dar testimonio del Resucitado; es quien orienta esta actividad testimonial y promueve la proclamación misionera del Evangelio, a la que nos invita tan claramente el papa Francisco.

El Espíritu Santo tiene una acción permanente en la Iglesia: su rejuvenecimiento constante. La llama de Pentecostés no se apaga. El impulso vivificador del Espíritu es bien perceptible en las diversas manifestaciones de la vida de la Iglesia universal y también en nuestro país, porque el Espíritu trabaja en el corazón de cada cristiano y suscita respuestas individuales y colectivas a los retos que nuestro mundo nos va presentando.

El Concilio Vaticano II nos habló de la acción del Espíritu Santo en la Iglesia, diciendo que siempre "dota y dirige la Iglesia con diversos dones jerárquicos y carismáticos [...]. Rejuvenece la Iglesia con el vigor del Evangelio, la renueva sin cesar y la lleva a la unión total con Jesucristo".

Entre los dones jerárquicos recibidos por la Iglesia contemporánea, quisiera recordar que, durante el tiempo de Pascua, hemos vivido en la Iglesia la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II. El papa Francisco, en su homilía de la misa de canonización, mencionó especialmente la docilidad de estos dos nuevos santos y los frutos que eso le ha comportado a la Iglesia de nuestros tiempos. "Juan XXIII y Juan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisonomía originaria, la fisonomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos. No olvidemos que son los santos los que hacen avanzar y crecer a la Iglesia."

El papa Francisco añadió que san Juan XXIII, cuando convocó el Concilio Vaticano II, demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un "guía guiado" --bonita expresión del papa Francisco--; y, de esta manera, hizo un gran servicio a la Iglesia, porque fue "el Papa de la docilidad al Espíritu Santo".

La docilidad de san Juan Pablo II al Espíritu Santo se manifestó sobre todo en convertirse en "el Papa de la familia". Por eso el Papa actual le pidió que desde el cielo quiera acompañar y apoyar el camino sinodal que está viviendo toda la Iglesia sobre la familia y con las familias en los sínodos episcopales de los años 2014 y 2015. En Barcelona, donde tenemos un gran templo dedicado a la Sagrada Familia, debemos orar para que "estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia porque durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia".


† Lluís Martínez Sistach
Cardenal arquebisbe de Barcelona